Como todas las mejores ideas esta también nació mientras estaba haciendo otra cosa… Y es que el otro día una señora vino a la farmacia donde trabajo a pedir un frasco de glicerina, contándome que la necesitaba para hacer pompas de jabón con sus nietos. Mientras escuchaba los detalles de todo lo bien que se lo habían pasado los niños y los mayores también, una bombilla se encendió en mi cabeza.
Tienes que saber que desde que era un niño siempre me han embrujado dos cosas: los imanes, con su invisible fuerza magnética capaz de atraer o repeler otros imanes o metales, y las burbujas de jabón, esas esferas hechas por una micro película de agua, que consigue sobrevivir unos pocos instantes en el aire gracias a las propiedades del jabón. Bueno cuando era niño me gustaban y punto, no me sabía aún todo el rollo químico-físico que había detrás…
El caso es que, poco a poco, se fue delineando en mi mente un plan para pasar unos buenos ratos en familia y divertirnos juntos en todo el proceso. No solo me entraron ganas de jugar con Luca a hacer burbujas gigantes y fotografiar esos momentos, sino que empezamos juntos todo el proceso desde cero creando nosotros mismos la solución jabonosa. Y encima lo estuvimos grabando todo para crear una pequeña vídeo-guía sobre como hacer lo mismo que nosotros.
Tras una rápida búsqueda en internet seleccioné dos “recetas” que usamos para preparar la solución número 1 y la número 2. También probamos una tercera solución que habíamos comprado meses antes en un supermercado (corrijo ligeramente lo dicho antes, me siguen encantando la pompas de jabón y siempre que mi mujer ve alguna oferta en los supermercados de algo inherente a las pompas, no pierde ocasión para comprárnosla al padre y el hijo).
Así que pasados unos días, ya que las soluciones preparadas necesitaban reposar unos días para estar listas, llegó el momento del gran debut. Pero no tiraba nada de aire y Luca no conseguía crear las burbujas el solito, y, peor aún, se me olvidaron las tarjetas de memoria en casa, así que no pude hacer ni una foto con mi reflex…. ¡menos mal que el móvil no le olvido nunca! 😉
Esta es la única foto que destaca de entre todas, pero sin más…
No pasa nada, porque todavía queda mucha solución número 1 para seguir probando. De hecho lo volvemos a intentar por la tarde, pero había demasiado viento y las burbujas se destruían al nacer. Aún así, al reparo de los soportales, Luca consiguió crear alguna bien grande. Pero fotográficamente hablando, seguíamos lejos de algo aceptable. Pues el fondo estaba totalmente sin cuidar.
Fue así que estuvimos esperando dos días más hasta que bajase el viento y lo volvimos a intentar…
Esta vez fue todo perfecto, nos divertimos un montón y conseguimos crear muchas mega-burbujas. Conseguí la foto que tenía en mi cabeza. Terminamos toda la solución 1 y probamos la solución 2.
Pero todavía no se había terminado el juego. Teníamos que probar la solución número 3, la comprada. Y para eso estuvimos esperando hasta el atardecer para aprovechar la luz de la hora dorada.
Esto se había convertido un reto, quería la burbuja perfecta y una luz perfecta para sacar una fotografía mejor aún. Sobra decir que esta ligera obsesión mía hizo de Luca el niño más feliz del mundo, puesto que en todo esto su papel era el de jugar a hacer pompas y de vez en cuando decir algo a la cámara. A todos los que encontraba les contaba que había hecho “bolle di sapone”, pompas de jabón, con su padre y que tenía «la solución uno y dos». Una de las frases que más veces tenía que decir durante el video.
Obsesión o no, mi perseverancia fue premiada con estas magnificas fotos.
Si es que la luz de la hora dorada siempre gana. Sobre todo si la usas como contraluz y para eso te tienes que encargar de usar una luz de relleno para iluminar tu sujeto y que no se quede subexpuesto. Es por eso que llevo siempre conmigo mi fiel panel reflector que en las manos de mi mujer logra los milagros.
Como te dije al principio, esta ha sido una actividad que nos ha mantenido ocupados varios días y que hemos hecho en familia, los tres juntos. Me ha sorprendido mucho el deseo de Luca de participar activamente en la grabación del vídeo. Supongo que enseñarle paso a paso lo que habíamos grabado por el día, ayudó a que se involucrara más, puesto que se reía de él mismo cuando se veía en el vídeo haciendo una gracia. Yo parecía que me había vuelto a mi niñez, y Luca parecía que se iba tomando más en serio lo de grabar el video… ¡casi no habíamos invertido de roles!
Fue una agradable experiencia en la que los mayores nos volvimos niños otra vez y el niño se volvió mayor de repente.
Aquí te dejo el vídeo completo.