Me encanta tener dos hijos. Hace tiempo, cuando volví a ser papá por segunda vez, escribí en este mismo blog, sobre cómo el amor se multiplica. Cuando crees que tu hijo y tu mujer son todo tu universo y que no puedes contener más amor en ti, llega un segundo hijo que revoluciona esa idea y te enseña que para el amor no hay límites.
Ya hace más de 8 meses que Leo está con nosotros.
Se hace complicado imposible mantener los ritmos de antes, cuando tienes dos hijos. De repente, algo tan sencillo y frecuente, como solía ser hacer una sesión fotográfica, puede suponer un trabajo de logística sobrehumano. Pero ahora Leo tiene ya casi 9 meses y sus ganas de explorar y experimentar son aliadas preciadas para mis ganas de hacer fotos, además parece que se acerca por fin el buen tiempo y se marchan los catarros y las toses. Muy cenizo el artículo anterior… ¡nada más publicarlo, Leo volvió a coger catarro!
Bueno, el caso es que llevo mucho tiempo queriendo hacer unos retratos de los niños con un instrumento musical. No es de extrañar, ya que la música fue la que unió sus padres… pero esa es otra historia para otro momento.
Cuando haces fotos en casa, después de un tiempo se te hace complicado seguir innovando y no hacer un poco más de lo mismo. Así que, mientras paseaba por las noches por el pasillo con Leo en brazos, intentando que se durmiera, iba pensando en cómo conseguir que no pareciera “lo de siempre”, sin tener que salir de casa.
Ahora es cuando debería agradecer lo mal que duermen mis hijos, ¿verdad?. Porque de otra forma no habría tenido tanto tiempo para pensar…
Tres ideas están a la base de estas fotos, sobretodo la foto final.
1 – Hacer las fotos como solistas
Estaba muy obcecado con hacer una foto a los dos hermanitos juntos y con un instrumento. He tenido varios intentos, pero ninguno me acababa de convencer. Entre todas la fotos que hice quizás esta es la que puedo destacar, ya que tiene su lado tierno.
Pero aún así no era lo que quería conseguir.
Entonces en esos míticos paseos conciliadores de sueños, se me ocurrió que igual tenía que dejar de fotografiarlos juntos y empezar a retratarlos a cada uno con su instrumento y por separado.
Gran acierto.
2 – Usar una iluminación sugestiva y el pasillo como ubicación
Más de una vez he usado el pasillo para mis sesiones fotográficas, mira la sesión con la semillita. Los pasillos suelen ser muy versátiles en este aspecto porque te permiten esconder los iluminadores en las habitaciones. En mi caso concreto puse un iluminador en la cocina, para iluminar desde la derecha a mi sujeto, y un flash al fondo para generar una contraluz que me ayudaría a dar más dramatismo a la foto y también a enmascarar el pasillo.
Porque esta vez no quería usar mi pasillo para obtener una foto con fondo blanco, como si fuera una foto de estudio. Quería que se viera algo del suelo y las puertas, para ubicar mi sujeto dentro de casa pero sin que estos elementos dominasen en la foto, después de todo. Para conseguirlo, además de la contraluz fue necesario un buen encuadre.
3 – Abandonar la idea del niño que toca un violín
Quizás es la idea que más me alegro haber tenido. Es poco útil intentar colocar a Luca en la postura de un violinista. Tiene solo tres años y no puede coger bien un violín, además de que no quiero cansarle haciéndole entrenar una postura que al final no es muy fotogénica en él. Sin embargo, más intrigante es el papel de un violinista cansado que vuelve a casa después de una larga noche tocando con la orquesta. Así que esto le estuve explicando durante la sesión, y a ratos fue casi cómico porque dependiendo de lo que le iba diciendo para motivarle y dirigirle, él fue experimentando con su mímica facial llegando a ponerme hasta pucheritos.
Vale, estas tres ideas no serían suficientes por si solas para conseguir el resultado final. Sobra decir que sin la colaboración de Luca y sus ganas de posar, todo habría sido en vano.
Pero, a parte de todo esto, también es necesario saber pre-visualizar la foto en la mente. Yo sabía que debido a la iluminación usada, la foto, así como salió de la cámara, no podía ser usada. Necesitaría sin falta de post-producción. Sin duda también te ayuda conocer tu propia cámara y sus limitaciones y hasta donde la puedes “estirar”. Pero sobre todo, la foto final, que todavía no has visto, no habría podido salir así de bien, si no hubiese disparado en formato Raw.
¿Que es un formato Raw?
No quiero profundizar mucho sobre este tema, el artículo anterior fue muy técnico, así que he llenado el cupo por una temporadita 🙂 . Básicamente cuando sacas fotos con una cámara, a no ser que sea una compacta muy muy básica, puedes elegir si escribir en la tarjeta de memoria tus fotos como JPG o como archivos Raw. Estos son archivos “especiales”, cada fabricante tiene su propia extensión, por ejemplo para Canon son .CR2 y para Nikon .NEF.
Un archivo Raw tiene toda la información que ha sido capturada por el sensor, pixel por pixel. Es por esto que ocupa mucho más espacio en disco que un JPG, pero también permite mucha más manejabilidad a la hora de hacer post-producción.
Quédate con esta pequeña definición, si quieres saber más te remito al módulo 3 de mi curso de fotografía para madres y padres.
El caso es que te permite convertir esta foto:
en esta otra foto, que es La Foto final, y sin pérdida de calidad:
En mi canal de Youtube puedes “ver” esta historia que acabas de leer y descubrir más sobre la post-producción de esta foto.